El territorio que configura la actual Catalunya está poblado al menos desde hace medio millón de años.
El hecho de ser una sociedad que vive de cara al mar hace que desde la revolución neolítica, descubierta de la agricultura, hayan pasado por nuestro país varias civilizaciones que han dejado sus huellas, griegos, cartagineses y, sobre todo, romanos, que, a diferencia de los demás, se establecieron durante unos siete siglos y nos dejaron dos cosas muy importantes: la lengua catalana y el derecho romano.
Los visigodos, que sustituyeron a los romanos, nos legaron muchas cosas, al margen de la oficialización de la religión católica, que ya era la religión de la villa. La llegada de los árabes, a principios de siglo viii, formó dos Cataluñas, la Cataluña del Norte, que solo estuvo bajo dominio árabe durante un siglo, y la Cataluña que va del río Llobregat hacia abajo, que lo estuvo más de cuatro siglos. Quien configura la Cataluña actual es la Cataluña cristiana del Norte, que, a partir más o menos del año 900, comienza a independizarse de su señor, el rey de los francos. A partir del año 1000, Cataluña es totalmente independiente.
Este territorio, gobernado por varios condes que, con el tiempo, se harán feudatarios del conde de Barcelona, empieza a conocerse con el nombre de Cataluña aproximadamente en el año 1100, poco antes de que el conde de Barcelona forme una confederación con el rey de Aragón y forme la Corona de Aragón. En Cataluña, sin embargo, la máxima autoridad será siempre el conde de Barcelona, que era rey a título personal. Cataluña nunca tendrá rey; eran pueblos totalmente independientes con un pro- pio jefe de Estado.
A partir, más o menos, de principios del siglo xiii, Cataluña vivirá una época de gran esplendor con la conquista de las actuales islas Baleares y el actual territorio de Valencia, especialmente gracias al comercio del Mediterráneo, Cataluña, así como las repúblicas italianas, se convertirá en uno de los ejes del negocio derivado de la ruta de la seda, que incluye el comercio con la Liga Hanseática, especialmente el puerto de Bergen.
El siglo xv es un siglo de luchas internas y crisis continuadas que afectan incluso a la población. Es a finales de este siglo cuando la Corona de Aragón se une con Castilla en condiciones de inferioridad. Son dos coronas con el mismo rey, sin embargo, con leyes diferentes. La Corona de Aragón sigue con su estructura federal, no exactamente confederal, y la Corona de Castilla se rige por sistemas más autoritarios. En Cataluña, un organismo establecido en el siglo xiv se convierte en estos años, junto a los Consejos municipales, en el verdadero Gobierno de Cataluña. Cuando a partir de principios de siglo xvi la Corona española intenta romper con el sistema federal se produce una sublevación a favor de la independencia que fracasa y busca el apoyo de la Corona francesa, que se muestra tan absorbente como la Corona española. El final de la guerra queda un poco con empate, con la pérdida del Rosellón y otros territorios catalanes, que pasan a depender de la Corona francesa.
El siglo xv fue un período de crisis, pero tuvo un hecho muy positivo, los agricultores catalanes dejan de ser siervos, es decir, dejan de ser sometidos al sistema feudalista, con lo que se convierten en semi-propietarios. Esta condición hace que a finales de siglo xvii Cataluña comience a convertirse en un territorio próspero, prosperidad que quedará truncada por la guerra de Sucesión. El rey Carlos II de España muere sin descendencia y esto provoca una guerra en Europa: Francia y la Corona de Castilla a favor de Felipe V, nieto de Luis XIV, el Rey Sol, y Carlos de Austria, hijo del emperador Maximiliano, que cuenta con el apoyo de Inglaterra, Austria y Holanda.
El fin de la guerra resulta catastrófico para Cataluña, abandonada por los ingleses, con los que había firmado un acuerdo de protección de sus libertades. El rey Felipe V adopta el sistema francés, basado en las leyes de Castilla, que ya tenía un carácter uniformista. El país queda sometido totalmente a las leyes y organización administrativa castellanas.
Ya habíamos apuntado que, a finales del siglo xvii, comenzaba un renacimiento económico basado en la formación de capitales provenientes de la agricultura. Gracias al trabajo, se superaron los graves momentos del fin de la guerra de Sucesión, cuando la Corona de España establece una dura represión política, económica y humana contra quienes se habían destacado como partidarios de Carlos de Austria que se habían quedado en el país. Muchos emigraron a Viena, a la corte del rey Carlos de Austria.
Más o menos a partir de 1735 comienza un período de prosperidad, gracias al comercio legal con el Mediterráneo y sobre todo el comercio ilegal con América, comercio reservado únicamente a la Corona de Castilla. Hasta bien entrado el siglo xviii, los pueblos de la Corona de Aragón no pudieron comerciar legalmente con América, pero, a pesar de la prohibición, el comercio con América, basado en los tejidos y el aguardiente, ayudó a la formación de más capitales y fue la base de la etapa preindustrial, primero, y la verdadera revolución industrial del siglo xix, la única de acuerdo con los modelos europeos que se produce en España.
Aunque Cataluña tenía el hándicap de que no tenía ni hierro ni carbón, base de la primera industrialización, cuando aparece la turbina de vapor, las cosas cambian (la industrialización del País Vasco es otra historia). Estos cambios económicos generan una burguesía que tiene muy difícil la conquista del poder político, con lo que se convierte en económicamente muy emprendedora y políticamente muy conservadora, porque depende, en buena parte, del mercado español, sobre todo después de su intervención en la caída del Antiguo Régimen español, y el triunfo, al menos económico, del liberalismo.
El triunfo del romanticismo en Europa tiene una gran incidencia en Cataluña, que sueña con un regreso a la prosperidad de la Edad Media. Este movimiento, primero literario y artístico, buscará a finales de siglo xix distintas fórmulas políticas. Primeramente, el federalismo, que fracasa porque no tiene apoyo en Castilla. Debido a este fracaso, el nacimiento del autonomismo que, después de un período dictatorial (1923-1930), encuentra comprensión en el período republicano (1931-1936), y de 1936-1939 de la guerra. La República, aunque con recortes, concede una autonomía a Cataluña y más adelante al País Vasco y Galicia. Precisamente la política autonomista de la República es uno de los detonantes de la Guerra Civil.
El triunfo del general Franco es uno de los períodos de máxima represión contra la personalidad política de Cataluña, que vive, también, épocas de miseria económica, especialmente entre 1940-1960. La liberalización económica y el inicio del fenómeno turístico reavivan la economía catalana, y con la muerte del general Franco se recuperan las libertades políticas y se empieza a hablar de nuevo de autonomía que se consigue en 1980, siempre con muchos recelos por parte del Gobierno de Madrid.
La composición orográfica de Cataluña le confiere un clima y una vegetación característicos. Aunque se trata, en general, de un clima y vegetación mediterráneos, en Cataluña encontramos con mayor o menor proporción todos los climas de Europa occidental. Pensemos que, en algunos lugares, solo unos 100 kilómetros separan el mar de las montañas de 2500-3000 metros de altura. Por otra parte, la cordillera Litoral, junto al mar, y la cordillera Prelitoral, a unos 30 o 40 kilómetros de la costa, tienen picos de más de 1000 metros, llegando en algún caso a 1700 metros. Esto hace que el territorio que hay detrás de la cordillera Prelitoral origine que la parte interior de Cataluña tenga un clima continental. Esta variedad de climas es una garantía para el desarrollo del turismo, una de las importantes fuentes de riqueza desde hace un buen número de años y que permite el desarrollo de otros tipos de turismo, al margen de quienes buscan únicamente el sol. Además, Cataluña cuenta con una riqueza artística importante: el mundo ibérico, el mundo romano, los artes románico y gótico de la Edad Media, el modernismo con Gaudí como líder, así como algunos pintores de renombre internacional como Picasso (que inició su actividad artística en Barcelona), Miró, Dalí o Tàpies. Todas estas artes y personajes citados cuentan, generalmente, con museos específicos. El hecho de que Barcelona reúna una parte importante del legado artístico catalán no quiere decir que no haya otros lugares dignos de visitar, como son los museos de Montserrat, Tarragona, Vic, Gerona, Lérida, Badalona, Mataró, etc., y sobre todo una gran cantidad de museos locales. El número total se acerca a los quinientos.
Jordi Monés